sábado, 27 de abril de 2013

¿Ingratitud o fantasía?


Estoy agotada. No ha sido un día diferente. No fue una noche distinta. De hecho, David durmió de 11:00 p.m. a 5:30 a.m., como ha venido haciéndolo en las "noches buenas". Atendí una paciente en casa por la mañana. Había un sánguche en la refri, no tuve que hacer almuerzo. Mi día ha sido atender a David, tratar de hacerlo feliz y de estimularlo, atender a una paciente y hacer labores de la casa. Sí, no es sencillo y siempre es cansado. Pero hoy... hoy particularmente... hoy estoy exhausta.

En sus primeros meses, David a veces lloraba por largos ratos debido a cólicos o a que no quería dormirse. Nunca lloró por horas, como he escuchado de otros valientes padres. Pero él no. Irritable, sí. Inclusive dramático. Me animo a decir que mi hijo, como su madre, es muy intenso cuando quiere algo y no lo consigue. Aún así, sus lloriqueos para dormirse en la cuna hoy fueron muy razonables y breves. Ahora duerme profundamente.


Mi bebé está sano. Come bien, duerme siestas. Está durmiendo entre seis y siete horas por la noche. Soy muy bendecida. Mi esposo es un excelente papá y me ama. En medio de un ajetreado día de trabajo, hoy le dedicó una parte de la mañana a David y vino a casa a estar con nosotros por una hora en la tarde, para luego volver a salir a sus deberes. Volverá a eso de las 10:00 p.m., debido a la naturaleza de la campaña en la que trabaja. Soy muy bendecida. Y sí, sí estoy muy agradecida. Pero también estoy muy cansada.

Me acuerdo de los tiempos A.D. (antes de David). Mi bebé es un tesoro. ¡Me conquista con cada sonrisa! Y no puedo esperar para seguir conociéndolo. Pero cuando él estaba en mi pancita, cuando teníamos gatos, en lugar de un bebé... bueno, había siestas. Creo que no valoré suficiente las siestas (tampoco eran muchas, fui lo suficientemente testaruda como para desgastarme trabajando más de la cuenta).



Quiero dormir y quiero irme de fiesta con mis amigas. Bueno, si tuviera que escoger, prefiero dormir. No, las amigas. Ok, una fiesta de pijamas con mis amigas, con música de jazz y una copa de vino tinto. Pinot Noir, para ser exacta (¡Dios, extraño el vino!). Y luego dormir. Dormir diez horas seguidas y no tener los pechos a reventar al despertarme.

No es ingratitud... sólo un ejercicio de fantasía.


martes, 23 de abril de 2013

Serio como un diez de queso


"Está serio como un diez de queso", dijo mi mamá sobre una foto en la que apareció David. Eso fue hace varias semanas. Lo cierto es que David tiene su personalidad muy definida. Su primito, Santiago, es sólo dos meses mayor y es un dechado de risas y coquetería. ¡Es adorable! David, por su parte, es tremendamente comunicativo: desde los dos meses hace múltiples sonidos, se entusiasma con la música, gime cuando está aburrido y se arrulla cuando tiene sueño. ¡Es una delicia! Pero sus sonrisas... bueno, digamos que no las derrocha. ¡Claro que ríe! Pero no tanto como su primo y -creo que intencionalmente- lo hace mucho más cuando sólo Erick o yo lo estamos mirando. ¡Es como si estuviera de incógnito!




¡Me recuerda a la ranita de la Warner Brothers! ¿Se acuerdan? La que cantaba con un sombrero de copa y bastón delante de su descubridor, pero cuando éste intentaba mostrarla al mundo, se quedaba muda con un simple e irrituante "croa".



Ahora sonríe un poco más. Creo que el haber cumplido tres meses e ir dejando atrás la etapa más fuerte del cólico ayuda. ¡Qué misterios esconderá en esa personalidad que, como un botón de rosa, se abre tímida y lentamente, ocultando toda una gama de colores, matices y peculiaridades!

Hoy estoy angustiada porque casi no durmió en la tarde y está agotado. Ahora duerme profundamente. La idea de que esté reponiendo su cansancio me alivia, me hace querer tenerlo en mis brazos, aunque sé que está mucho mejor si lo dejo en paz en su cunita. ¡Ay, mamá primeriza! Creo que voy a tener que buscar otras cosas que hacer en estos momentos. Tal vez debería limpiar un poco nuestra casa "caóticamente hermosa".


domingo, 21 de abril de 2013

Atarantazón

(Esta foto es de otro día)

Hoy fue un día atarantado. Esa palabra, que suena a cantar (tarantantán), en realidad representa la atravezasón (otra palabra inventada), el tedio, la frustración. ¡Yo soy tan estructurada! Y David... pues no.

En realidad, fue un día lindo. Mis amigas llegaron a desayunar en la mañana. A las 5:30 a.m., David desayunó, puntualmente. Y se durmió a las 7:10. Mis amigas llegaron a las 8 y yo esperaba que David tuviera hambre una media hora después. A las 9:10, fui a despertarlo para que comiera, lo cual hizo sin mucho apetito. Además, mis amigas son maravillosamente escandalosas. Ese sonido de conversaciones cruzadas, que ha sido una delicia de nuestras visitas, tomó a David por sorpresa, aunque hay que admitir que estuvo feliz, coqueteando con todas sus tías. Pero comenzó a atarantarse... y seguía con un apetito lánguido.

Al medio día tampoco quiso comer.

En la tarde fuimos a un rezo del tío abuelo de Erick. Entre el viaje en carro y una parada donde mi suegra que fue más larga de lo esperado, mi atarantazón comenzó a escalar. Al llegar a Heredia, David comió sin muchas ganas, pero comió. Durmió en mis brazos mientras tratábamos de tomar café en una mesa en la que llegaba mucho viento (le hice lo más parecido a un iglú que pude con la cobija). Después de media hora, comenzó a llorar desconsolado. Finalmente aceptó el pecho y comió, interrumpiéndose con llanto, ante el escándalo que hacían los niños afuera de la habitación que nos prestaron (la cual, al inicio, estaba cerrada con llave, por lo que estuve en el pasillo con mi bebé muy incómodo por segundos que se me hicieron eternos).

Maricel, la anfitriona, fue maravillosa, pero el día fue arduo. La imagen de mi bebé, despegándose del pecho, para comenzar a lloriquear, me ha atravesado el corazón. Ya no quiero llorar delante de Erick... creo que le parece que exagero.

¿Y llamar a la pediatra? ¿Y decirle qué? "Está comiendo sin ganas, pero sí ha comido. Es que hay mucho escándalo". Pero algo no me suena. ¿Se estará resfriando? Ahora duerme. Está tan agotado, que sé que tardará en despertar. ¿Debería despertarlo? No quiero sumar a su atarantamiento. ¿Y yo? Sólo quiero dormir. Sólo quiero que él se despierte y que coma con gran apetito. Sólo quiero que sonría y haga ruiditos. Hoy los ha hecho, pero que los haga de nuevo. Sólo quiero ponérmelo cerquita del corazón, que él se ría y que se quede bien abrazadito (él es muy inquieto, eso sucede sólo cuando duerme). Sólo quiero que todo sea tranquilo, armónico y fluído. Sólo eso. Así que ni modo. Auxilio. Soy una mamá primeriza despertando a la realidad de la atarantazón.



Iniciar por el inicio... tres meses y medio después...





Cuando quedé embarazada, me llené de ideas. Me prometí que escribiría un diario de pensamientos, dibujos y poemas durante el embarazo, que le leería a la pancita varias veces al día y le pondría todo tipo de música, que mantendría un estado de ánimo zen, de forma que sólo bienestar recibiera mi bebé.
En realidad, fueron meses de muchísimo trabajo y estrés. Sí, Erick y yo le leímos a la pancita y le pusimos música, pero el diario se convirtió en uno de esos propósitos fantasmagóricos que, tras sombra de inexistencia, dejan una estela solitaria de culpa... o de pendiente.

BSC_7353

¿Y cuando David nació? Me prometí que le escribiría una carta en la primera semana. David tiene tres meses ahorita y no fue sino esta mañana, cuando Erick dijo: "¿cuándo vamos a hacer un blog de papás primerizos, sobre todo lo que nos pasa?". 

DSC_7441

En este momento, Erick duerme en el sillón (creo que sólo la cena será capaz de levantarlo) y David duerme en su sillita frente a mí. La casa está absolutamente silenciosa, a excepción del ocasional sonido de David chupándose el dedo (¡oh, dedito ese! Ese romance entre David y su dedo, que por órdenes de la pediatra, tenemos que frustrar).



Así que reconozco y confieso que se me olvidaron algunas cosas: no sé cuántas horas durmió David su primera noche en casa... en realidad, esos días los recuerdo como una masa amorfa de alegría, agotamiento, dolor al sentarme y mucha confusión. No me acuerdo qué día finalmente se "pegó" bien a mi pecho, aunque es inolvidable la mezcla de dolor por el pellizco y alegría triunfal ("¡Está comiendo!"). No sé la fecha en la que le cortamos el pelito la primera vez (aunque Erick, prolijamente, lo guardó en una bolsita... que no sé dónde está). No me acuerdo qué día lo pasamos del Moisés al Encierro (no tenemos cuna). Pero tal vez ahora, que lleva una semana de dormir en las noches, yo pueda tener más neuronas para registrar y compartir esos momentos trágico-cómicos de nuestra ignorancia e ilusión. ¡Somos papás primerizos!
DSC_0262-1